Let them! es un dicho que he escuchado en recuperación y que para mí es muy poderoso y útil especialmente con familias complicadas. Busqué cómo se usa en español en los programas de 12 Pasos (“Déjalos ser”) y no me parece que tenga el mismo efecto. Algo medio hippy se cuela en esa versión.
Como sea, este lema es muy efectivo cuando uno admite la impotencia ante algo percibido como inconveniente, hiriente o doloroso ¿Qué hacer en casos así? Eliminar lo único que está al alcance, que es la resistencia propia. De allí, la utilidad del lema que yo traduciría como “Permítelo”.
Lo interpreto así; a veces los eventos y las comunicaciones son como un torrente: el agua va a caer, aunque a uno le parezca el resultado hiriente, desastroso o especialmente injusto. Entonces, es un poco patético que uno se diga “permítelo” cuando no se puede hacer otra cosa. Sin embargo, el lema supone una instrucción directa para no intentar evitarlo. Ese es el procedimiento para eliminar la resistencia.
Hoy tuve el chance de practicar este difícil aforismo. Fue a partir de una comunicación con alguien queridísimo. A mí me encantaría que mi amiga me visitara y en este contexto surgió el recuerdo de otra persona (a quien no conozco cara a cara). Esta amiga de mi amiga, reaparecida en el episodio, aseguró que sí sabe quién soy, mencionando una petición mía que me impresiona como abusiva e inaceptable.
Tratando de aliviar mi sorpresa, mi amiga me reenvió un email de hace doce años, que yo tampoco recordaba, en el que me presentaba a esta persona cuando viajó a Minneapolis donde vivo. Así que, con tanto olvido de por medio, no puedo asegurar con credibilidad que la reminiscencia esté equivocada. Excepto que yo no actúo así.
Se lo comenté a mi esposo y él recordó algo que fue como un malentendido, pero no podemos estar seguros de que se trata de eso ¿Solución? Permítelo. Retiro la resistencia, reconsidero mi brejeterismo y agradezco la motivación para retomar la escritura de mi blog.